domingo, 9 de febrero de 2014

"Carlota Fainberg", Antonio Muñoz Molina


Carlota Fainberg, de Antonio Muñoz Molina. Autor español, Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2013.

El argumento se desarrolla en el aeropuerto de Pittsburgh, Pensilvania. Claudio, profesor asociado del Humbert College, narra su encuentro con Marcelo M. Abengoa, ejecutivo madrileño de una importante multinacional hotelera. Ambos esperan la confirmación de sus vuelos, que han sido retrasados a causa de una fuerte nevada. Cuando Claudio le cuenta que viaja a Buenos Aires, Marcelo, extrovertido y confiado, le relata una fantástica historia de amor que vivió con una mujer, Carlota Fainberg, en un decadente hotel de la capital argentina. A continuación, Claudio narrará su estancia en Buenos Aires y su visita al Town Hall, donde descubrirá que Carlota lleva muerta veinte años y donde será testigo de la presencia del fantasma en el comedor del hotel.

Una de las originalidades de esta novela es la intercalación de palabras en inglés. Puede ser un gran acierto si se tienen algunas nociones de vocabulario y de expresiones de la variante americana. Aunque se nos presenta a Claudio como un español con fuertes hábitos americanos, especialmente en el idioma, al llegar a la capital bonaerense, se transforma y recupera su carácter latino, mientras recuerda a Abengoa en sus paseos por  la ciudad. La antipatía inicial que le produce Marcelo, sincero y seguro de sí mismo, se va transformando poco a poco en profunda admiración:

 No era alto, sino más bien stocky, y su cuello parecía más corto debido a un jersey de lana con dos botones en el hombro derecho y una hechura que le subrayaba la curva de una barriga notoria pero también fornida, la barriga de un hombre a la vez activo y familiar, tentado por el fitness pero también por la paella, y más aficionado a las cañas de cerveza y a los berberechos que a los complejos vitamínicos o al providencial Prozac. Lucía, en la claridad neutra y lívida del aeropuerto, un bronceado de pura salud casi rural, sin la menor sospecha de artificio.”

“ Paseando ociosamente por Buenos Aires le di la razón al ya borroso Abengoa, a quien había tenido tan cerca durante unas pocas horas de mi vida y a quien seguramente no volvería a ver más: su ojo clínico, como él mismo habría dicho, resultó muy acertado. Me gustaba ver a esas mujeres bellas y enérgicas taconeando por las calles...

Al final de la novela, cuando regresa a su universidad y le informan de que ya no va ser ascendido a profesor titular, siente un mayor rechazo por la hipócrita sociedad americana y sueña con poder viajar a España y reencontrarse con su amigo Marcelo Abengoa.

Otra de las peculiaridades de la obra son los sucesos mágicos (realismo mágico) que enmarcan la historia central: la historia de amor portagonizada por el fantasma de la antigua cabaretera de fama Carlota Fainberg. Esta mujer, casada con el dueño del hotel, engañaba continuamente a su marido. Este, cansado de ser la burla de todos, asesina a su esposa dejándola caer por el ascensor desde la planta quince, donde vivía el matrimonio. A partir de entonces, como si de una maldición se tratase, el hotel entra en decadencia. Es el dueño el que, convertido en recepcionista, envía a los extranjeros que llegan a alojarse allí a la planta quince, donde caen en los brazos de Carlota y quedan prendados de ella para siempre (recordemos que Marcelo vería a partir de aquel momento a Carlota en todas las mujeres con las que se cruzase en su vida). Todo termina con la muerte del dueño del Town Hall y el cierre definitivo del hotel, que coincide con el mismo día que lo visita Claudio.

En general gustó bastante la obra. Sobre todo se habló del carácter tan dispar de los antagonistas: muy español, Marcelo, y muy soso, Claudio. Se recalcó especialmente el temperamento frío de los anglosajones.

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