jueves, 2 de abril de 2015

"Las lágrimas de San Lorenzo", Julio Llamazares




Si pudiéramos resumir en una palabra este libro sin duda sería MELANCOLÍA, desgarradora melancolía, la de reflexionar sobre lo que el tiempo se lleva y no devuelve, porque nunca retorna; dulce melancolía, la de nuestros recuerdos de cuando éramos niños y todo nos parecía diferente, maravilloso, mágico y entrañable, como recitaba Juan Ramón Jiménez en sus "Remembranzas":
Recuerdo que cuando niño
me parecía mi pueblo
una blanca maravilla,
un mundo mágico, inmenso;
las casas eran palacios
y catedrales los templos;
y por las verdes campiñas
iba yo siempre contento,
inundado de ventura
al mirar el limpio cielo,
celeste como mi alma,
como mi alma sereno,
creyendo que el horizonte
era de la tierra el término.
No veía en su ignorancia
mi inocente pensamiento,
otro mundo más hermoso
que aquel mundo de mi pueblo;
¡qué blanco, qué blanco todo!,
¡todo qué grande, qué bello!
Recuerdo también que un día
en que regresé a mi pueblo
después de largos viajes,
me pareció un cementerio;
en su mezquina presencia
se agigantaba mi cuerpo;
las casas no eran palacios
ni catedrales los templos,
y en todas partes reinaban
la soledad y el silencio.
Extraña impresión sentía
buscando en mi pensamiento
la memoria melancólica
de aquellos felices tiempos
en que no soñaba un mundo
como el mundo de mi pueblo.
¡Cuántas veces, entre lágrimas
con mis blancos días sueño,
y reconstruyo en mi mente
la visión de aquellos tiempos!
¡Ay!, ¡quién de nuevo pudiera
encerrar el pensamiento
en su cárcel de ignorancia!,
¡quién pudiera ver de nuevo
el mundo más sonriente
en el mundo de mi pueblo!
Pero el niño se hizo mayor, al igual que nosotros y al igual que el protagonista de la novela, quien revive junto a su hijo los veranos en los que en la noche de San Lorenzo observaba las estrellas con sus abuelos, y especialmente un año en el que su padre pudo acompañarle, una época feliz en la que pensaba que la vida era como una estrella que nunca se apaga. Las estrellas, ¿son siempre las mismas? ¿Y las nubes? Quién no se ha parado a mirar las nubes alguna vez y se ha preguntado...
"Las nubes nos dan una sensación de inestabilidad y de eternidad. Las nubes son –como el mar– siempre varias y siempre las mismas. Sentimos, mirándolas, cómo nuestro ser y todas las cosas corren hacia la nada, en tanto que ellas –tan fugitivas– permanecen eternas. A estas nubes que ahora miramos, las miraron hace doscientos, quinientos, mil, tres mil años, otros hombres con las mismas pasiones y las mismas ansias que nosotros". Azorín.
Un profesor de universidad, cansado de rodar por toda Europa, regresa a Ibiza, donde pasó los mejores años de su juventud, en compañía de su hijo para asistir a la lluvia de estrellas en la mágica noche de San Lorenzo. Todo ello desata en él el recuerdo, y asistimos a un balance de una vida llena de desarraigo y soledad.
"Nos pasamos la mitad de la vida perdiendo el tiempo y la otra mitad queriendo recuperarlo".
"Quién pudiera no saber lo que yo sé y esperar de la vida y de las estrellas lo que él espera".
Una emotiva lectura sobre el paso del tiempo que ha gustado bastante.

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